25/10/17

Vejaciones – Sergio Arroyo



Antes de empezar a referirme a la obra Vejaciones de Sergio Arroyo, quiero decir que me resulta grato que un autor costarricense se anime a publicar su obra en formato digital. Aclaro que adoro los libros, son objetos hermosos, para los que somos lectores empedernidos es inevitable admitir nuestro culto y fetichismo por estos hermosos ladrillos de celulosa. Confieso también que el paso que di al leer libros electrónicos por primera vez fue receloso, luego me fui acostumbrando, al final descubrí mil ventajas en ello, como conseguir a un costo decente obras o muy costosas o muy difíciles de conseguir. Hoy día paso de mis libros impresos a mis libros electrónicos sin problema, tengo lo mejor de dos mundos.

Vejaciones de Sergio Arroyo es un breve libro electrónico compuesto por 40 microtextos editado por Ediciones la Canícula recién en el 2016, el cual es fácil de adquirir en Amazon.

Vejar es humillar, incomodar de una manera sutil y psíquica. No es poco el desafío autoimpuesto por el autor en estos textos, brevísimos, donde no quiere hacerse el gracioso, sino dárselas de canalla: con sus personajes, sus situaciones y con los lectores. Pero será de provecho, pues estos límites que el autor adopta los respeta limpiamente y con acierto. Es como si el Ramón Gómez de la Serna con sus greguerías o un Ramón del Valle Inclán con sus esperpentos reencarnaran en el vate Arroyo para donarnos un género más: sus vejaciones.

Todas las vejaciones son premeditadamente redactadas en tercera persona singular para interpelarte, para ponerte en el lugar del personaje y someterte a las diversas situaciones que va mostrando. Hay en todas ellas una prosa donde no sobra nada, y un humor (tan escaso en nuestra literatura) tan bien contenido y acertado que por eso quiero compartir esta breve muestra:


2

Ahí estás tú, de niño, mirando el horizonte. Y allá van los barcos, dejando a su paso una lenta columna de humo parecida al rastro de un caracol. Tus tíos y tus primos te han dicho tantas veces que no tiene sentido seguir esperando que tu padre vuelva, que ya va siendo tiempo de que aceptes que no va a volver. (Nunca les dirías la verdad, que tú tampoco esperas que vuelva, porque no esperas la llegada de los barcos sino su partida, su desaparición en el horizonte. Con envidia y rencor, añoras que los padres de los demás niños de la bahía también se vayan para siempre.)


4

Eres policía. En una escena de crimen encuentras una lista de personas por asesinar. Sabes que no debes alterar la escena de ninguna forma –es una de las primeras cosas que te enseñan en la academia– pero lo haces: tomas la lista de nombres, la escondes y la asumes como propia. Todavía no lo sabes, pero algo dentro de ti ya resolvió matarlos a todos.

(Con permiso. Tengo que declarar que si este no es el primero y el mejor microcuento policíaco jamás escrito, tiene que estar entre los cinco primeros)


9

Durante años mantienes a raya a una diminuta caries que aparece de la nada. Te  las arreglas para vivir con ella sin mayores contratiempos porque qué otra cosa podrías hacer y, aparte, no se nota. (Y no solo eso, en cierta forma esa caries es una compañera fiel, quizás la más fiel de todas.) Las cosas cambian cuando la caries empieza a crecer sin control. Sabes que debes ir con el dentista, pero postergas la visita sin ninguna razón aparente. Lo tuyo no es tanto vivir como dejarte llevar por la vida. Así pasan los años. Cuando por fin vas a ver al dentista, el dictamen no podía ser otro: hay que extraer todo el diente. Durante la breve intervención, el dentista observa, al lado del diente extraído, en un diente que parecía sano, una caries diminuta.


13

La sangre del hombre que violó a tu madre corre por tus venas. No lo odias. Desear que nunca hubiera existido significaría la incapacidad de desear.


20

Tú y tu pareja invitan a sus mejores amigos a una hermosa velada en casa. Se desviven por atenderlos como la familia que son. Los cuatro comen, ven películas, beben y, llegada la hora, se despiden, se abrazan y se besan, con las sonrisas nerviosas, los actos fallidos y la inseguridad con que suele venir acompañada la tensión sexual.


28

En este momento tu hijo hace el amor con alguien que en unos pocos meses habrá olvidado por completo.


30

Y como pago por tus aportes a la nación, el Estado le pondrá tu nombre a una exangüe escuela rural, donde los niños no serán capaces de pronunciar tu nombre sin cometer errores ni burlarse. De cualquier manera, ya a esas alturas tampoco será tu nombre sino el de la escuela.


33

Tu perro y un perro callejero se olfatean en el parque por un momento. “¡Ya vente, Burbuja!”, lo llamas. Entonces uno de los perros abandona al otro y corre hasta ti para que le coloques su cadena. El cachorro que se queda en el parque te observa detenidamente hasta que te alejas y te pierdes de vista.


40

Te despides al salir de casa, porque sabes que no hay nada que asegure tu regreso.


Sergio Arroyo

Con todo, el autor nos advierte que este es un libro dinámico, maleable, inacabado, un proyecto que de continuar alcanzará las 840 vejaciones que Eric Satie recomendó para su propia obra homónima, por lo tanto, la de Arroyo está incompleta, por ahora, tal vez, (sea que continúe o no con ella), aunque desde ya es como los Cuentos de Canterbury de Chaucer, o las Ciento veinte jornadas de Sodoma y Gomorra de Sade a las que ya no les falta nada más.


Germán Hernández.


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