30/11/15

Guirnaldas (bajo tierra) – Rodolfo Arias Formoso



Leer es un ritual hermoso, edonista y marginal. Leer es tiempo que robo a las horas pico cuando viajo en autobús. Leer es tiempo que robo al sueño en las madrugadas. Leer es siempre tiempo robado. Así leímos  "Guirnaldas (bajo tierra)", (sobre todo en los autobuses), en compañía de mi heterogénea playlist de Google Play, absorto para el mundo encapsulado en la mole colectiva, y así,  esa lectura de "Guirnaldas (bajo tierra)" y luego magnolias me hizo soltar muchas veces una carcajada o una lágrima, para perplejidad de mis compañeros y compañeras de viaje.

"Guirnaldas (bajo tierra)" ha sido una de las lecturas más gratas en mucho tiempo, un culmen y una summa del estilo narrativo y compositivo de Rodolfo Arias y un texto que definitivamente entierra la omnipresencia de aquella primera novela  “El emperador Tertuliano y la Legión de los superlimpios” cuyo campo magnético amenazaba con tragarse todo el mérito y todo el valor del resto su obra (la maldición del primer libro).

Para quienes ya conocen la obra previa del autor, reconocerán en estas “Magnolias (bajo tierra)” su inconfundible voz, su aparente levedad, su inagotable caudal de referencias, su voluntad de aproximarse y hablarnos con familiaridad y que nos hace exclamar en cada uno de sus personajes “yo conozco a ese tipo o a esa tipa”, porque en eso consiste la “trama de la vida” en que todos, por infinitas variables que no podemos controlar ni conocer estamos unidos con todo, y todas las relaciones que se producen nos afectan a todos y todas. Porque además sus personajes son entrañables, capaces de lo peor y lo mejor, Pumilla, Karla, Pitoché, Manuel y todos los tipos y sustratos posibles hasta Eva, donde todo es retorno a la semilla.

Sobre ese territorio conocido, con el ritmo de esa voz familiar, ilarante y conmovedora de Arias Formoso, el lector atravesará no un mundo por descubrir, sino un cosmos por comprender, y  todo ello ha sido posible gracias a un infame mecanismo de cábalas, un mapa sincrónico y diacrónico consistentemente ejecutado que hace converger todos los caminos. En este sentido Sergio Arroyo, es quien mejor ha descifrado esa red en su reseña Líneas y conexiones.

Tanto el tramado, que une capítulo por capítulo, episodio por episodio, como la composición de cada uno ponen en evidencia el dominio técnico y plástico del autor; destaco en especial esa habilidad con el racconto y la analepsis y la belleza parabólica con que está elaborado cada uno.

Rodolfo Arias Formoso
“Guirnaldas (bajo tierra)” junto al “Más violento paraíso” de Alexander Obando y “El enano de la mano larga larga” de Jorge Jiménez, componen lo que para mí constituye el tríptico que derriba el flujo de la novela normal e irrumpen (cada una a su manera y por sus propios medios) como lo más importante de la narrativa costarricense en lo que va del siglo.

No me queda más que agradecer a Arias Formoso, por restablecer y restaurar durante mi lectura, aquella  vieja costumbre de sentir y conmover, y por el exquisito botín literario que le robé al tiempo.


Germán Hernández


23/11/15

El pretexto de la novela negra en Costa Rica



"Yo nunca he dicho que mis novelas sean novelas policiacas, ni novelas góticas, ni novelas negras. [....] YO PIENSO QUE SÍ SON NOVELAS NEGRAS. [....] 2. NO PORQUE DÉ LECHE ES UNA VACA. Hacer un razonamiento como el anterior y comentar que mis novelas son policiacas porque, tienen como protagonista un ex detective y existen asesinatos SIN RESOLVER, es un razonamiento torpe y simplón." Jorge Méndez-Limbrick


Que en la trama de una novela cualquiera aparezca una nave extraterrestre u ocurra en el futuro, no lo convierte en ficción científica, como tampoco en un relato que tenga un detective o un crimen por resolver  lo convierte automáticamente en una novela negra o policíaca.

El coqueteo con la stigmatizada literatura de género (de cualquier género)  en nuestra actual narrativa es hoy un fenómeno de desmitificación y renovación; en hora buena, yo lo celebro, por fin los escritores de verdad se dieron cuenta que la otra literatura, la de género (el que sea) tiene igual valor y dignidad, y a veces más que su aburrida obra seria.

Con todo, considero que falta escuela, tradición literaria en la literatura de género, en especial la policíaca en nuestra literatura (todo es novela agraria y realismo testimonial) pese a que hay  antecedentes aislados, pero no una tradición. Por lo tanto podemos decir que el actual “boom policíaco” es una irrupción, una ruptura, en otras palabras “estamos abriendo trocha”.

En el artículo “La hora negra de la literatura costarricense” aparecido este lunes 23 de noviembre de 2015, me llama la atención la lista de obras y autores destacados en la nota: Verano Rojo de Daniel Quirós, Cruz de olvido de Carlos Cortes, El laberinto del verdugo de Jorge Méndez  Limbrick, Ojos de Muerto de Guillermo Fernández,  El año del laberinto de Tatiana Lobo y En clave de luna de Oscar Nuñez. Desde mi anormal opinión, ninguna de estas obras la ubicaría dentro de la novela negra, salvo la de Quirós; diría más bien que dichas obras y autores  se valen, se aprovechan de los recursos narrativos de la novela negra (como recurso metaliterario), pero su intencionalidad es otra (muchos de estos autores lo han confesado más o menos así, como para no darse el “color” de que son escritores de género (el que sea) y siguen siendo serios. En eso son mucho más consecuentes los autores de ficción científica.

Tampoco es que queremos caer en el purismo. Desde los inicios del género se han escrito “reglas” para enmarcar los requisitos de lo que una novela negra o policiaca “es o no”, son célebres las reglas impuestas  como el decálogo del padre Ronald Knox, inglés, y miembro del  "Detection Club"  (que incluía a Agatha Christie, Dorothy Sayers y Chesterton) o bien las veinte reglas del norteamericano.  S.S. Van Dine; reglas que nadie ha cumplido nunca desde luego. Si fuera así cómo imaginarse entonces autores tan singulares como Manuel Vázquez Montalbán o el difuso John Connolly (que se mueve entre lo más pulp hasta lo más gótico) pero siempre dentro del género, es decir, que lo testimonial, lo histórico, la denuncia, lo social, inclusive lo experimental es sustrato, lateralidad, y lo central siempre es lo policíaco, a la inversa de nuestro incipiente género.

Creo que no se debe ser tan generoso de llamar novela policíaca cualquier obra con un policía o un crimen por resolver, así más bien la onda expansiva sobre el estanque literario será tan grande que se disolverá en la indefinición. Por cierto, en el artículo citado de La Nación: ¿de dónde sacó Uriel Quesada que Castigo Divino de Sergio Ramírez  (novela exquisita y relevante) es la “gran disparadora del género en Centroamérica”?

Personalmente, creo que todavía quedan obras y autores por delante para hablar de una novela negra costarricense con toda propiedad y no como pretexto.

Germán Hernández.